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miércoles, 7 de septiembre de 2011

La Vida como Proyecto Individual. 1° Tema para Exposiciones

Mis muchachos lean bien, analicen, bien, para que en sus respectivos trabajos sus calificaciones sean muy por encima del periodo pasado.

Aunque les parezca que soy muy duro con ustedes, esto lo hago con el único fin de que ustedes sean mejores cada día.


Una  tradición, igualmente importante a cualquier forma de pensar y de actuar, es la que nos aporta la fundamentación filosófica de la modernidad actual o si se quiere, segunda modernidad. Se trata en concreto, de la reflexión típicamente liberal de una subjetividad individual, existente y constituida antes de toda organización social y política. Esta concepción, ahistórica en el más exacto uso del término, es más conocida como el jusnaturalismo, en virtud de promulgar, como el estoicismo greco-latino, la existencia de unos derechos universales naturales e inalienables en todos los seres humanos.
Desde este enfoque hay una afirmación y si se quiere una sobredimensión de la subjetividad y de la vida individual. Esta individualidad, a diferencia de la filosofía antigua, no requiere de la vida política y colectiva como condición esencial para existir. Aquí la vida colectiva y la organización política resultante, son el producto de un pacto o un contrato, entre personas libres, previamente constituidas y previamente investidas de derechos12.
Sea que las razones del pacto hayan sido el temor al Estado de naturaleza hobbesiano, es decir, a la guerra de todos contra todos 13, o sean la razones para lograr el mayor bien privado (la libertad y la prosperidad) aceptando la vida en sociedad, como aparece en Locke 14, o que sean las razones para construir una moral y una ética fuerte desde la autoinstituida voluntad general roussoniana 15; siempre, como común denominador a estas posturas, estará la idea del acuerdo razonable de los que cambian algunas ventajas del Estado de naturaleza, previo a toda forma de vida social, por las ventajas aún mayores de la vida política y social 16.
En Locke, y en general en el liberalismo político moderno a partir de él, hay una desconfianza permanente en la vida política y en la existencia de un pacto de gobierno. Se acepta al Estado pero como un mal necesario al cual hay que vigilar y contener mediante garantías constitucionales, fuente del Estado de derecho moderno, para que no invada, atropelle y usurpe las libertades y las garantías individuales, prevalido en el uso de una facultad que todos pactan entregarle y cederle al Estado: la facultad de emplear la fuerza para hacer respetar las leyes acordadas por todos, o al menos, por los representantes de todos 17.
Otra experiencia fundamental en la segunda modernidad y que el mundo antiguo no conoció, fue y es la vivencia de las energías privadas aplicadas a la pura esfera económica. La sociedad, por supuesto la capitalista, reconoce su propia fuerza a partir de desatar las potencias particulares motivadas por el deseo del lucro y la ganancia y en el entendido de que es posible la autorregulación de los intereses privados encontrados y en competencia, por efecto de la llamada “mano invisible del mercado”18.
El liberalismo económico es el correlato del liberalismo político, en ambos existe la convicción de que la esfera social, incluso es diferente y en cierta medida autosuficiente de la esfera del Estado y, por lo mismo, sólo necesita de éste en pequeña medida para aquellos asuntos que no alcanza a ser regulados por el deseo de lucro y de ganancia. El liberalismo no sólo implica una confianza en la sociedad y en la relativa autonomía de ésta frente al Estado (éste es el origen del concepto moderno de sociedad civil) sino que también implica una autoconfianza en las energías privadas, en las libertades particulares que están detrás de la subjetividad moderna.
Independientemente de la justeza o no de la concepción jusnaturalista y en general de todo liberalismo moderno, lo que nos debe interesar son las consecuencias para una fundamentación de ética y la moral de un punto de vista que se centra en el individuo autoconsciente de su subjetividad y dignidad, como valores primordiales Ministerio de Educación Nacional
Es precisamente Emanuel Kant, quien reconociendo la “insociable sociabilidad”, de los humanos, formula la idea de una fundamentación moral a partir de un uso de la razón universal, capaz de abstraerse de toda consideración contingente y circunstancial, que como suprema legisladora sea potente, por sí misma, de fundamentar normas y máximas de comportamiento moral en las personas, como un deber de la voluntad del bien, por encima de toda inclinación individual.
La universalidad del juicio moral en Kant es de doble dimensión: universal porque se abstrae de todo particularismo y de todo contexto, universal porque las máximas individuales deben tener la pretensión de ser aceptadas por todos. Así formula con claridad meridiana: “Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal” 19. Para Kant, la razón, que todo ser humano por el hecho de serlo posee, nos convierte en potenciales legisladores del universo moral, empezando por el de cada uno (ése es el sentido del concepto de autonomía) y a su vez, está abierto a la interrelación en el mundo social donde nos encontramos con otros y otras, a los cuales no podemos menos de tratar como nosotros esperaríamos que ellos nos tratasen 20.
Desde la universalidad kantiana el sujeto moral es autosuficiente, sin embargo, debe relacionarse con otros a través de normas y procedimientos igualmente universales, puesto que deben satisfacer a todos. En Kant también se llega a la política, pero como hemos señalado para todos los liberales, llegan después de un rodeo y con mayor o menor desconfianza.
No obstante, el carácter jusnaturalista de Kant, el comportamiento moral en él tiene una fundamentación racional de corte universal y abstracta, pero sobre todo en sus consecuencias, es diferente del enfoque liberal utilitarista, predominante en la idea del comportamiento moral de muchas concepciones neoliberales hoy en día.
En conclusión, estas dos tradiciones, la antigua y la moderna, son las que atraviesan en el presente toda la discusión de la ética y la moral. Podemos establecer unos puntos comparativos:
1. En cuanto a su definición de la eticidad y la moralidad, la antigua, orientada hacia un fin último que es la felicidad, la otra, la moderna, orientada por un deber definido racionalmente.
2. En cuanto a su concepción de ser humano, una, subrayando el uso prudente y ponderado de la razón, la otra, basada en el uso de la razón abstracta.
3. Una contextualista, la otra universalista.
4. En una los objetivos están prefigurados por la vida de la polis, en la otra, por elcontrario, el verdadero logro moral está en la fijación de un objetivo por y en la libertad.
5. En una, con una relación estrecha entre ética y política, en la otra, se pierde la vinculación estrecha entre ética y política; con lo cual la moralidad queda emplazada al ámbito de lo privado.
6. Una, centrada en el concepto de bien, la otra, en el concepto de justicia.
7. Una, proyectada hacia la autorrealización, la otra, hacia la autonomía.
Entendemos que la tradición antigua no puede ser entendida como la renuncia a los universales éticos y morales. La preocupación por la vida buena no es problema sólo de un pequeño grupo o comunidad determinada, es en el fondo un problema de todo el género humano como especie. Debe ser la consciencia de que somos una especie social y tenemos obligaciones éticas y morales con nosotros mismos, con el universo físico y biológico que nos rodea.
También, es reconocer que la autocon-ciencia de la individualidad en tensión con la existencia colectiva, es un punto de partida igual-mente válido para reconocer los particu-larismos y las especificidades. Para fundamentar también desde allí todo un sentido de dignidad e identidad humana y de dignidad e identidad moral. Pero la vida privada y el interés egoísta tienen límites, deben tener límites.
La pregunta por la felicidad de la especie, por la autorrealización, debe ser tambi én la pregunta por la justicia. Es por último, la interrogación radical por las condiciones materiales y espirituales que hagan posible la vida buena para todos y todas.
En estas tradiciones nos movemos. En nuestro medio la historia de la asimilación problemática de estas concepciones, tanto la antigua como la moderna, es también la historia de nuestra accidentada construcción como nación.
12. Por dicha razón a esta posición se le conoce en la Modernidad como la postura contractualista.
16. El jusnaturalismo y el contractualismo modernos enfatizan el carácter racional y dialogado del acuerdo político. Es una de las formas como el saber ilustrado se autorrepresenta la fundación racional, del Estado y de la sociedad, de los fines y de los motivos para vivir en uno y en otra.
Como es natural , si tal enfoque parte de voluntades previamente formadas y libres, enfatiza en grado sumo todo lo relativo a los procedimientos para el acuerdo y para el cumplimiento después del acuerdo.
17. Este punto es el que tipifica la diferencia entre las libertades de los antiguos y de los modernos, tal como lo recuerdan Benjamín Constant y en particular, Norberto Bobbio, al llamar a las primeras libertades políticas positivas, y a las segundas libertades pol íticas negativas. En efecto, las primeras son de la tradición democrática, las segundas de la tradición liberal. Hoy en día se impone una síntesis fecunda de las dos tradiciones.

20. Ib ídem. La pregunta por la felicidad de la especie, por la autorrealización, debe ser también la pregunta por la justicia. Es por último, la interrogación radical por las condiciones materiales y espirituales que hagan posible la vida buena para todos y todas.

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