Por. Anderson Perea
Nos hacemos inmortales; cuando los errores que cometemos en la vida, no los vemos como fracasos, sino como oportunidades para ser no mejores sino excelentes triunfadores.
Nos hacemos inmortales; cuando mis decisiones son tomadas con conciencia y trascienden en mi futuro, a la vez que en el de los demás.
Nos hacemos inmortales; cuando no corremos como la gente tras Vicente, sino que somos el Vicente el cual curiosos es el líder que persigue la gente y se da prisa a hacer con diligencia lo que tiene que hacer.
Nos hacemos inmortales; al transformar mis ideas y pensamientos en realidad, no en la intrascendentalidad de sueños irrealizables, diciendo soñar no cuesta nada. El tanto dormitar y soñar nos quita la capacidad de accionar.
Nos hacemos inmortales; en tanto aportamos un poco al desarrollo de una sociedad científica que sedienta de Valores éticos y morales irracionalmente extingue su propia raza y su mundo en vaivenes futurismo absoluto.
Nos hacemos inmortales; en la medida en que no tratamos que todos sean como nosotros, sino que valoramos a cada uno por lo diferente que es.
Nos hacemos inmortales; cuando enseñamos a nuestros compañeros, vecinos amigos y familiares, que el amor no es algo inexistente, sino una virtud otorgada a los seres humanos.
Nos hacemos inmortales; el en preciso instante que saludamos a los demás y damos una sonrisa aunque no seamos correspondidos igual.
Nos hacemos inmortales; en el hacer nuestro trabajo bien así los demás lo vean como insignificante.
Nos hacemos inmortales; al ayudar a nuestro prójimo de corazón, no por una regla social.
Nos hacemos inmortales; al vivir cada día como si fuera el ultimo aprovechando bien el tiempo, sin gastar horas y horas en la internet con amigos virtuales en vez de compartir con los reales.
Nos hacemos inmortales; cuando la gente murmura entre susurros “es buen hijo, buen vecino, buen esposo, buen amigo, buen hermano y buen ciudadano”.
Yo me hice inmortal. ¿Y tú?